Por Pilar Cuadrado (*)
El miedo es una emoción provocada por la percepción de un peligro, real o supuesto, futuro o incluso pasado. Al igual que una tela se rompe por el uso, nuestra mente se agota al exponerla durante mucho tiempo al miedo extremo. Para evitar los efectos nocivos de ese exceso, necesitamos tomar conciencia de ello, apartando la atención del problema que lo causa y dirigiendo nuestros pensamientos hacia las posibles soluciones.
Después de dos años respirando en un ambiente cargado de miedos, expuestos a un exceso de información paralizante que nos ha provocado inseguridad, fatiga e incertidumbre, hemos pasado de “la sociedad del bienestar” a la “sociedad del malestar”. Este hecho ha provocado en muchas personas síntomas tales como, cansancio físico y mental, depresión, ansiedad, e incluso, pensamientos autolíticos.
Esa es la cara más dura del momento que hemos vivido, pero todo en la vida tiene dos caras incluido el miedo.
El objetivo de este mensaje es ser conscientes de que las dos caras existen, pero enfocarnos en aquella que nos invita a avanzar, aceptar, adaptar, crear, improvisar, fortalecer, crecer y evolucionar después de una catarsis. La que nos empuja a “desaprender” lo que no sirve y “aprender” nuevas formas de crear la realidad a través del pensamiento, porque es imposible solucionar un conflicto con los mismos pensamientos que lo crearon.
Puesto que el cerebro no acepta un “no” como orden, dejemos de luchar en contra para trabajar a favor. Implantemos la “higiene mental” a la hora de elegir qué pensar en cada momento, porque esa decisión tendrá consecuencias directas en el afrontamiento. Somos seres pensantes y creamos pensamientos; una vez creados, debemos seleccionar cuáles vamos a alimentar y a engordar, y cuáles vamos a dejar sin alimento.
¿Qué fácil parece, verdad? ¡Pues cosas más difíciles hemos hecho! ¿Recuerdas?
Hemos entendido la urgencia de vivir juntos ahora porque el presente es lo único que tenemos. Hemos salido a las ventanas cuando nos dejaron sin recreo. Hemos puesto en valor el “te quiero”, los abrazos y los besos. Hemos compatibilizado familia y trabajo en el mismo espacio-tiempo. Hemos sido bailarines, profesores, cocineros, influencers, estudiantes, cantantes y actores cuando lo ha requerido el momento.
Hemos revivido nuestro niño interior jugando con nuestros pequeños. Hemos aprendido a sonreír con los ojos y a hablar con los gestos. Hemos lanzado canciones al viento desde auditorios improvisados con destino incierto. Hemos apoyado, rezado, calmado, meditado, ayudado y acompañado virtualmente a personas que no conocíamos y que quizá nunca conozcamos…
Podría seguir contando, “hasta el infinito y más allá”, la cantidad de milagros que juntos hemos hecho. Durante meses hemos sido uno solo pensando con el corazón y sintiendo con el cerebro. Y ahora después de “tanto y tan bueno” hay que seguir manteniendo la llama encendida para evitar olvidar lo que realmente somos y evitar repetir los mismos errores de nuevo.
Cambiemos la lucha por fuerza, el miedo por amor y el Yo por Nosotros porque ¡vivir es urgente, pero siendo conscientes!
(*) Pilar Cuadrado es educadora socioemocional y puedes encontrarla en este enlace.